España se montó una auténtica fiesta de disfraces en La Coruña. Los intercambios de papeles fueron una constante en una selección que sigue de marcha. El fútbol alegre y radiante de la campeona de Europa contagia.

Villa, el puñal, cocinó el partido asistiendo en dos ocasiones; Silva, disfrazado de delantero, sorprendió abriendo la lata y Piqué, un central mayúsculo con hambre de delantero, firmó su tercer gol como internacional. Así es España, original e imprevisible.

En la noche de disfraces de Riazor, Busquets se colocó la armadura y se aprendió de memoria la misión de Senna, escudero y ausente. Xavi y Xabi Alonso, adelantados, jugaron con sus gafas de rayos X. En el horizonte de su visión de juego aparecían Villa, Torres y Silva. Los tres, compenetrados, manipularon la defensa belga.

Silva, agitador, regresó a la selección después de una Copa Confederaciones en la que perdió su protagonismo, tocado físicamente. El canario estuvo superlativo. A su antojo, se manejó por toda la zona de ataque. Los enemigos le perdieron de vista.

Por la izquierda, por la derecha, el de Arguineguín se vistió de delantero. Por el centro, surgió el primero. Villa y Silva intercambiaron sus papeles. El asturiano dibujó un servicio entre líneas para su compañero y amigo Silva, que por el centro, acomodó el cuero y marcó el primero de España. El festival había comenzado.

Villa se reencontró con su figura de matador insaciable. El goleador de la España ganadora hizo el segundo y el cuarto, pero además originó el primero y el tercero. Si en la primera mitad robó la varita de Siva para concederle un regalo al canario, en la segunda parte lo hizo para asistir a un compañero imprevisto. En área contraria, apareció Gerard Piqué. El catalán celebró su tercer gol con España. Era su novena cita con la selección de su país. El del Barça robó en campo contrario y, sin pensarlo, se marchó al ataque. Se lo pedía el cuerpo.

Silva hizo el cuarto con un zurdazo exquisito y Villa cerró la cuenta quitándose el disfraz y apareciendo como punta de lanza. Bélgica se cansó de ver españoles sin conocer su identidad. Cuando parecía Villa, era Silva, cuando parecía Torres, era Piqué. Casillas, portero, fue el único que no rompió el guión. Los belgas no estaban invitados. España sigue de fiesta.

Fuente:Marca