Argentina salió a jugar contra Bolivia al contraataque. La primera ridiculez de Maradona fue interpretar la altura de La Paz a través de carreras de 40 metros de Messi y Tévez. Sabemos cuál fue el resultado.

Decían los sabiondos baratos, que sin Riquelme, Argentina jugaría a otra cosa. Y es verdad, Argentina juega al juego de los idiotas: a que Messi coja el balón, regatee a 5 adversarios y marque. ¡Qué bien juega Argentina!

Es lamentable, da vergüenza escuchar hablar a Maradona, con su 'me cortaron las piernas', 'con los goles como puñales', con el 'así no me sirve'. No hace falta ninguna prueba más, con el partido que hizo Argentina es suficiente como para saber que Maradona no puede entrenar ni al equipo de su pueblo y que hay jugadores al que verlos con la albiceleste es una patada en las partes.

Veamos: antes Argentina manejaba los ritmos, jugaba lentamente donde debía y aceleraba donde mataba. Ahora ni siquiera tiene el balón con esa fotocopia de cuarta de Redondo -Gago-, con la intrascendencia de Maxi, el frío en el alma de Lucho y la combatividad de Mascherano.

Antes, Argentina tenía el balón parado como recurso; ahora no hay un sólo personaje de estos capaz de apuntar entre los tres palos o meter un centro trabajado -¿trabajar?, y hablaban del Coco Basile, un prócer al lado de Maradona-.

Otro de los detalles lamentables de la histórica goleada sufrida en Bolivia -lo repito porque no salgo de mi asombro- fue el descanso. Argentina salió al campo, al sol y al desgaste, 5 minutos antes de que se cumplan los 15 del intervalo: evidentemente, Maradona, más allá de lo de la pelota no se mancha, no tenía ni idea de lo que había que decir y hacer.

Con el resultado en contra, mandó a Mambrú Angeleri por uno de los paquetes que estaba en el campo, con la consigna de no ser goleado. Con el 5-1 se le leyó en los labios decirle a Montenegro "tenela". Ya era tarde. Ni el fuego sagrado, ni el baboseo recurrente de estos días a la persona del 10, por parte de tipos que no saben lo que siente un hincha argentino, lograron detener la ignominia.

"Con Diego somos más fuertes", dijo Messi hace dos días. Todos festejaron -menos la 12, siempre ahí- que lo conviertan en dueño de la Selección con 21 años, cuando ni Maradona lo fue. Tuvo dos claras y las falló. No se puso el equipo al hombro ni hizo jugar a nadie. Nadie le exigía eso hasta que se puso la 10 y la 10 de Argentina no pesa por Maradona, sino por Bochini, Alonso, Kempes, Moreno, etc.

Ver a Mancuso que no fue nadie en el fútbol más que el que palmeaba la espalda del Diegote en momentos bajos, da vergüenza. Ver a Signorini de preparador físico, cuando fue uno de los responsables que en el 94', Maradona fuera una farmacia andante, da vergüenza; ver a Papa, Heinze, Lucho, Maxi, Maradona, da vergüenza. Me da vergüenza.

'Sin Riquelme jugamos distinto', ya lo creo. Hemos entrado en la historia de las vergüenzas, con un entrenador que no sabe ni sabrá nunca lo que tiene que hacer. Se limita a las cámaras, a ser amigo y opinar de Fidel y Menem. Se acabó el verso, Maradona es inaguantable, no es la Biblia, es el Calefón.

La hinchada de Boca, la mejor y la más grande del mundo cantaba: "La Selección se va a la p... que la p...", "Hay que gritar, hay que gritar, se vayan todos, volvé Román". Pues eso. Dan vergüenza.

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